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Vamos a Venecia

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 16 jul 2015
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Venecia es un destino que me cuesta mucho visitar, la última vez no fue una vacación y salí de ahí llorando junto con Jordi por la pérdida de un amigo querido, Priamo. Al año y medio también perdía a Jordi así que Venecia fue uno de mis últimos viajes con él. Como imaginan, no me entusiasma mucho volver y menos si pienso en la cantidad de turistas que hay en estas fechas. Turistas y calor igual a pesadilla.

Tomé la autopista sola, despues de dejar a Pilar en Florencia para que tomara su avión de vuelta a Barcelona y mientras pasaba varios pueblos con sus torres altas y esbeltas, como a mi me gustaría ser, pensaba mucho en Jordi, el Lluc como lo conocen sus amigos de Barna y en el Kiko y en sus amigos a los que me les pegué en un último viaje para dos de ellos. Me pegó ir por estos pueblos del norte de italia, hace más de 7 años que hice una ruta con ellos. En realidad era un viaje planeado por estos 4 amigos: Jordi, el Kiko, el Cobo y el Marce y como yo venía de un viaje de trabajo con Jordi desde Florencia, no tuvieron más remedio que cargar conmigo. Yo no quería joderles el viaje de amigos, no tenía nada que ver con sus historias de niños y de jóvenes, pero Jordi para hacerme sentir bien me decía que si no venía con ellos iban a parecer 2 parejas de mariquitas maduros y conmigo ya se veía como un grupo de amigos. Como si el parecer mariquita le importara al Lluc. El viaje fue muy bonito y terminamos en Pisa donde cada quien tomó camino a casa.

Regresando al viaje actual, decidimos quedarnos en Mestre para evitar el asalto de precios de hoteles de Venecia, hay que recordar que este viaje es muy caro, hay muchos destinos, muchos días, muchos kilómetros y mucha gasolina, si no nos administramos estaremos de regreso en México el próximo miércoles.

El departamento que alquilamos estaba en una zona residencial así que tuvimos que averiguar donde estacionar las motos para evitar infracciones. Una mujer italiana casada con un cubano nos explicó amablemente la situación en español y hasta nos ofreció espacio en su garage por unas horas. En contraste, cuando movimos las motos a la acera de enfrente salió una señora a regañarnos y terminé gritándole las únicas palabras que conozco en italiano y que por supuesto son groserías. Creo que cuando te peleas con alguien en otro idioma las dos partes entienden perfectamente las mentadas.

Al día siguiente tomamos el autobus, qué bien se siente subirse a otro vehículo de más de dos ruedas, y llegamos a Venecia en 15 minutos.

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