Willkommen
- Laura Iñigo

- 30 jul 2015
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr 2020
Alemania me recibió con un cielo azul y algunas nubes los primeros 10 kilómetros, luego se desató, así sin más, una tormenta con viento, de esas tempestades que te dicen ahora si te vas a ahogar, espero que sepas nadar.
Opté por irme lejos de la autopista, si va a lloverme subida en una moto prefiero ir por pueblitos a baja velocidad que luchando contra la lluvia que pega duro y sobre todo contra el viento que te destroza las cervicales en unos minutos.
Al rato dejó de llover y salió el sol, pero más adelante volvió a llover aunque no tan duro y así me la llevé por varias horas. Me sentí como un ciudadano griego, Alemania y los demás países de Europa le abrieron las puertas con una sonrisa, luego le dejaron caer el vendaval para hacerles un guiño después y y de nuevo abrirles una ventana de esperanza y luego otra vez a la oscuridad. ¡Pobres griegos! Si todo fuera tan fácil como un viaje en moto.
Antes de que empezara la tormenta, me paré en un pueblo a reiniciar el teléfono para captar una red alemana, una mujer de unos 70 años pasó en su bicicleta, me sonrió y me saludó. A los pocos minutos pasó un adolescente que hizo lo mismo y además se ofreció a ayudarme por si andaba perdida, todo en alemán porque no hablaba inglés, solo me dijo al final "have a nice day". Me sentí bienvenida y arropada.
Mi viaje duró casi 9 horas, exageré en mi post pasado por errores de cálculo, sorry, y sólo por media hora luché cuerpo a cuerpo contra la primera tormenta, tuve que hacer uso de mi fuerza en manos y piernas para evitar que el viento se llevara la moto hacia un lado, terminé empapada en los lugares donde el impermeable no cubre, sobre todo cuando no te lo pones completo y solo traes la chamarra. A pesar de esta lucha campal inicial, disfruté del viaje, me sentí libre sin horarios, sin prisas para llegar a ningún lado, sin importar perderme un poco. Seguía, eso si, las indicaciones del google maps pero solo a ratos, no se cómo está programada esta aplicación que termine en caminos rurales de menos de 3 metros de ancho donde no pasan dos coches a la vez. Crucé bosques, praderas, vacas, molinos de viento antiguos, lagos, ciclistas, ríos, campos de siembra de todo tipo.
Una de las cosas que más disfruto cuando viajo en moto es el sentido del olfato, es uno de los privilegios que descubres en los primeros viajes, a veces te llevas unas sorpresas poco placenteras, como cuando pasas por el basurero de la carretera a Puebla. En este trayecto olí los pinos, la tierra y la madera húmedas, el estiércol, diferentes aromas de flores y también, porqué negarlo, un poco de gasolina por culpa de un trapo que traía en la chamarra y usé para limpiar los chisguetes que me salpican.
Llegué a Hamburgo justo antes de que se desatara una tormenta más, me sentí feliz de haberla evitado y lo celebré con una cerveza.





Comentarios