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Copenhague

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 6 ago 2015
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Creía conocer la ciudad pero en realidad no tenía ni idea de todo lo que me había perdido la última vez que estuve ahí, después de todo fuí a trabajar y no a pasear. Recuerdo que nos quedamos en un hotel bonito pero el barrio era un poco oscuro y aburrido, así es que me esmeré en encontrar algo más adecuado dentro del presupuesto.

Dinamarca, como Suecia, es una ciudad de primerísimo mundo, en lo personal creo que los daneses son más dulces que los suecos pero solo hablé con algunos por unos minutos así que mejor dejamos este tema para los que han vivido ahí.

Llegamos a Copenhague por ese puente maravilloso del que ya les he hablado, el Oresund, nos tocó el atardecer de un día cálido y sin viento, no podíamos pedir más. El chico del hotel se ofreció a mostrarnos los puntos turísticos de la ciudad en un mapa, nos habló por supuesto del canal de Nyhavn, el más famoso por sus casas de colores que ahora son restaurantes y bares.

Nos señaló los diferentes palacios cercanos, el parque de atracciones Tívoli y un lugar llamado Christiania, una comunidad independiente que se hace llamar Ciudad Libre de Christiania y no se considera parte de la Unión Europea. Esta comunidad de casi 1000 habitantes se constituyó en 1971 y, a pesar de pagar servicios de agua y electricidad a la ciudad, se mantienen independientes y no obedecen a las autoridades municipales o estatales, funcionan como una cooperativa en donde se permite la venta y el consumo de la marihuana y el hachís. En este sitio hay tiendas, restaurantes, misceláneas, hippies, neo hippies y mucha basura. La venta libre de drogas, la comida barata libre de impuestos y el regirse por sus propia ley hacen muy popular a este barrio, es un punto imprescindible en cualquier folleto o mapa. Los daneses presentan una ciudad del tercer mundo como una atracción turística. Interesante.

Decidimos, como siempre, caminar por la ciudad para irla conociendo. Llegamos en dos minutos a la plaza frente al palacio de Christiansborg que es sede del Primer Ministro Danés, lo hemos visto en las escenas de las series danesas como Forbrydelsen o Borgen pero por supuesto nada es como lo ves en la tele así que todo era nuevo para nosotras. Llegamos a la iglesia de Nuestro Salvador con su torre rodeada de una escalera de caracol y decidimos subir, fue duro pero valió la pena porque puedes ver todo Copenhagen desde ahí. El cansancio y la sobrepoblación de visitantes son compensados con esas vistas.

En la tarde intentamos llegar a Nyhavn pero el puente estaba clausurado así que tuvimos que dar toda la vuelta, en nuestra búsqueda de un atajo nos topamos de frente con el restaurante Noma, famoso por haber desbancado al de Ferran Adriá como el número 1 del mundo después de muchos años. Como no teníamos nada que perder y mucho que ganar a pesar de ir con pinta de turistas y acaloradas, nos aventuramos a preguntar si tenían lugar, los daneses son dulces y no se rieron a carcajadas pero pude divisar una sonrisa acompañando ese "No, lo siento".

Comimos en un restaurante pegado al canal principal en donde el steak tartar con vinagre en polvo que parece azúcar glass fue toda una experiencia, quiero consolarme y pensar que no era necesario ir al Noma para paladear algo delicioso. No, no me consuela, me hubiera encantado ir al que ahora se considera el tercer mejor restaurante del mundo. Me queda claro que el viaje en moto y el viaje culinario no se llevan, nunca tengo el peinado adecuado ni la vestimenta para presentarme a estos restaurantes. Ya intentaremos ir a alguno el próximo año si nos acordamos de hacer la reserva el día y la hora que se abre el libro en internet y que normalmente es 3 meses antes del día que quieras ir. Sencillo ¿no?

Por fin llegamos al canal pero estaba tan lleno de turistas que mejor nos fuimos a la plaza cerca del centro frente a la fuente de las garzas, ahí en el Café Europa nos sentamos a beber los vodkas y gins necesarios para tomar un respiro, con dos fue más que suficiente. ¿Dónde quedaron esas tardes donde se acumulaban los vasos en la vacación? Creo que se fueron con la juventud. Por fin llega la madurez etílica, espero que no se haya ido para siempre o se vuelva más intolerante.

Al día siguiente nos dimos un último paseo cerca del hotel para ver unas casitas que Pilar descubrió temprano mientras yo escribía un rato. Resulta que estas casas fueron barracas construídas por el Rey Christian IV para sus marineros entre 1631 y 1641 a las afueras de la ciudad y se les conoce como Nyboder. Ahora son parte del centro y siguen siendo residencias para los miembros de la marina danesa pero desde el 2006 tambien permiten que civiles vivan ahí.

Al terminar nuestro recorrido urbano tomamos la moto y nos fuimos a Humlebæk donde se encuentra el Museo Louisiana, uno de los más bonitos que he visto en mi vida, no por su colección sino por su diseño arquitectónico y su entorno natural. Pensé que el Chillida-Leku jamás sería superado con esos maravillosos jardines que se visten con las esculturas del artista, sin embargo creo que Louisiana lo superó para mi gusto. Este museo tiene una extensa colección de arte moderno con obras de Picasso, Warhol, Lichtenstein, Miró, Calder, Moore y un largo etcétera. Si van a Copenhagen les recomiendo la visita a este lugar, vale la pena recorrer los 35 kilómetros que lo separan de la capital.

Nos regresamos costeando admirando las vistas y los barrios de lujo que se extienden por todo el litoral, cruzamos la ciudad y nos dirigimos al barrio de Orestad a visitar una obra arquitectónica vanguardista llamada 8-House, un desarrollo de uso mixto sustentable que ofrece a sus inquilinos subir en bicicleta hasta el último piso, el décimo, por un camino continuo.

Una vista áerea robada de google maps y una de cerquita.

Nos encanta la arquitectura y el diseño. Copenhague ofrece los dos en cada esquina, las tiendas de diseño y sus edificios modernos fueron un deleite visual.

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