Ferries
- Laura Iñigo
- 6 ago 2015
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr 2020
La primera vez que viajé en un barco tenía 7 años y fue en un ferry que nos llevó de Puerto Vallarta a Cabo San Lucas. A mi padre lo invitaron a recorrer la recién inaugurada carretera transpeninsular y como le encantaban los viajes en coche decidió aventarse la aventura con toda la familia.
Ese viaje fue inolvidable y tengo varios momentos grabados en mi cabeza que no olvidaré. De lo que casi no me acuerdo es del barco, quizá se debe a que hicimos la travesía de noche y seguramente me dormí todo el trayecto.
La segunda vez que me subí a un ferry tenía 18 años y fui de La Paz, Baja California Sur a Los Mochis, Sinaloa. El viaje fue inolvidable también pero totalmente diferente, esta vez iba sentada en un sillón como de avión rodeada de fayuqueras que venían cargadas de bolsas de ropa, también recuerdo muchos niños llorando y un fétido olor a comida sobre cocida. El olor y el llanto de los niños me arrojó a cubierta donde pasé casi todo el trayecto as pesar del aire y el frío que siempre te regala la alta mar.
Hace unos días tomamos dos ferries, uno que nos llevó del Puerto de Travemunde en Alemania al Puerto de Trelleborg en Suecia y otros que nos regresó de Malmo al mismo puerto del que partimos 5 días antes.
No soy muy fan de los cruceros y sólo me he subido a uno para cumplirle un sueño a mi madre, pero después de estos últimos dos viajes en ferry, me di cuenta de que sí me gustan los ferries, eso si, en camerino y en el primer mundo. Atentamente la comodina.

Estos navíos, a diferencia de los cruceros, son infinitamente más pequeños y cumplen con el único objetivo de transportar gente y vehículos. Hay una variedad de usuarios, algunos van de vacaciones en plan camping, muchos llevan caravanas, otros llevan su coche repleto de utensilios para acampar junto con bolsas de comida y hieleras, y en esa montaña a veces se asoma un niño o dos como si salieran a tomar aire. Hay algunos, los menos que llegan en bicicleta y hay muchos camiones que se ve que hacen este viaje muy seguido.

El trayecto dura 9 horas y el ferry que tomamos de ida fue de día, había más caravanas o trailer camps que coches o camiones, digamos que el viaje es más familiar y hay mucho movimiento en las zonas generales ya que el tener un camarote es opcional. Nosotras acertamos en comprar nuestro viaje con camarote, el único que había disponible era interior o exterior, no había nada más para elegir, fue buenísimo porque nos dedicamos mucho tiempo a dormir, el ritmo del Báltico nos arrulló y el viaje se nos hizo corto.

El regreso fue desde Malmö, la ciudad sueca que se conecta con Copenhagen por medio de un puente hermoso y largo, el Oresund. Es ese puente tan familiar para aquellos que vieron la serie original Bron/Broen de donde salió su adaptación gringa The Bridge. Si no la han visto se las recomiendo, a mi en lo personal me gusta más que la gringa y me volvió fan de las series escandinavas. El puente, el más largo de Europa en la combinación de carretera y vía de tren, conecta a Europa con Escandinavia y tuvimos la oportunidad de cruzarlo en la moto dos veces y de pasar por debajo de él en el ferry. Lo vimos por todos lados y si impresiona el canijo.

El ferry de vuelta fue muy diferente, esta vez viajamos de noche, la empresa era otra y ahora había más camiones que campers. Incluso el barco tiene una zona para traileros especial, me imagino que los camarotes son más pequeños y más baratos. El poco tiempo que estuvimos en cubierta y en el bar fue suficiente como para entender que los camioneros son camioneros en todo el mundo, y son bien camioneros. La vida de estos hombres es otro mundo y todos son más o menos lo mismo, lo que cambia es la raza pero los tatuajes, la bebida, los comentarios, aunque no les entiendas, y las actitudes son muy similares. Me imagino que si yo fuera camionera vería con más claridad las diferencias.
Pilar entre camioneros en el bar....

Komen