top of page
Buscar

La ciudad de las luces

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 18 ago 2015
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Después de mi encierro de 4 días en Versalles, decidí salir a darme una vuelta a Paris. Monté mi cámara y todo lo necesario para intentar hacer unas buenas tomas de la ciudad y fui a buscar la moto. Tomé pocas fotos y mucho video, espero tener el tiempo pronto para editarlo, prometo.

Me sorprendió mucho la sensación que me causó el volverme a subir después de unos días de no hacerlo, me sentí como si estuviera oxidada. Sin hacer mucho esfuerzo, mis manos, mis piernas y mis brazos, tomaron su posición adecuada, sin dolor, sólo como si todo el cuerpo estuviera entumido pero con una memoria impecable sabiendo cada extremidad cual era su lugar. El dolor de las palmas de las manos y de los dedos regresó recordándome los aceites curativos de mi hermana. Pensé en que debería usarlos más seguido, día y noche y no nada más cada vez que me acordaba.

Tracé mi ruta y entré a Paris a las 9:30 de la mañana de un domingo, el mejor día y a buena hora para no encontrar tantos coches, dar una vuelta en U prohibida y disfrutar la tranquilidad de el Sena, el Bosque de Boulogne y Neuilly. Esta paz se acabó cuando llegué al Arco del Triunfo, ya había muchos turistas intentando cruzar retando a los conductores parisinos. Siempre que paso por aquí me acuerdo del escuincle idiota que se orinó sobre la llama eterna que, ya ven, gracias a un junior mexicano descubrimos que de eterna no tiene nada. Que vergüenza.

Seguí por la Avenida des Champs-Élysées que cada vez se asemeja más a Times Square llena de las mismas tiendas que hay en todo el mundo, con anuncios luminosos y ruido incluso a esas horas. ¿Dónde quedó la majestuosidad de esta maravillosa calle que une al Arco del Triunfo con el Jardín de las Tullerías? Antes de llegar a estos maravillosos jardines que fueron el primer parque público de la ciudad, giré a la derecha para cruzar el Sena por el puente Alejandro III con su estilo estricto de "Beux Arts" que para mi es sinónimo de pastel cursi. Cruzar el Sena por este puente teniendo enfrente el Palacio Nacional de Los Inválidos te remonta a otras épocas, la vista es espectacular y te hace sentir especial, los ojos no están acostumbrados a tanta belleza así de madrazo.

Los Inválidos es un complejo de varios edificios que fueron construidos por instrucciones del Rey Luis XIV para albergar a los soldados heridos, de ahí su nombre. Ahora alberga los restos de Napoleón, de su hijo Napoleón II y de su hermano José I de España, además de fungir como Museo del Ejército. Dada mi aversión a todo lo castrense, no conozco nada de este complejo por dentro, me quedo siempre en la contemplación de su arquitectura por fuera.

Después de rodear Los Inválidos, tomé le quai d'Orsay para encontrarme más adelante con la espectacular Torre Eiffel que sigue dominando el contorno parisino. Con la facilidad de andar en moto, me di el lujo de verla por todas sus calles colindantes, incluso me di una vuelta para entrar por Trocadero y cruzar el Sena con la Torre de frente.

Hago un paréntesis de mi tour dominical por París para dejar claro que recorrer esta ciudad en moto es toda una experiencia nueva que te permite disfrutar muchísimo de toda la ciudad en un par de horas.

Después de las fotos pertinentes, me dirigí hacia el famoso Barrio Latino y Notre Dame, lo mejor de todo fue llegar por el Boulevard Saint Germain que a esa hora, sin mucho tránsito, es una delicia recorrerlo completito. Mi placer terminó al llegar a la catedral que ya estaba repleta de turistas, no se me antojó bajarme así que seguí mi ruta para pasear por las calles que rodean La Sorbonne.

En alguna de estas calles, en un semáforo, se prendieron las dos únicas luces de advertencia que tiene la moto. Irónico que en la ciudad de las luces se prendan las de la moto también. Esta situación me alarmó, paré un momento, apagué la moto esperando inocentemente que no se volvieran a prender al encenderla de nuevo. La mecánica no es magia así que mis esperanzas se disolvieron rápidamente en el rojo de esas luces.

Empecé mi regreso a casa consternada, no era posible que mi día de paseo terminara de esa forma. La moto siguió funcionando como siempre, no se jaloneaba, no olía a quemado, le funcionaban los frenos como siempre, todo normal excepto los focos.

El testigo del ABS parpadeando y el del motor fijo en rojo no lograron truncar mi visita placentera a la ciudad. No pude evitar darme una última vuelta por el Louvre y subí hasta Pigalle arriesgándome a quedarme parada en cualquier momento, no se porqué me gusta tomar estos riesgos, son desafíos estúpidos que me pueden complicar la vida, afortunadamente, no pasó nada y tomé el camino de vuelta siguiendo las instrucciones del google maps.

Al salir de París mi teléfono se quedó sin batería y le conecté la externa que he usado tanto y que me ha salvado mucho en este viaje en el que he abusado de la geolocalización, aplicación que desafortunadamente chupa mucha pila.

Mi sorpresa inmediata fue que no había cargado la batería externa así que regresé a Versalles con mis propios instrumentos, esos que usaba antes de que existiera el GPS, siguiendo letreros y preguntando. Un viaje que dura 15 minutos en condiciones normales se convirtió en una hora desesperada esperando que no se parara la moto antes de llegar a mi destino.

Komentáre


bottom of page