El camino sí se hace al andar
- Laura Iñigo

- 31 ago 2015
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr 2020
Dormir en una cama cómoda, en una habitación luminosa, con un baño de buen tamaño y con una ducha potente, elementos de lujo si partimos que cualquier cama es buena después de haber dormido en una banca o en el suelo, de no dormir durante días porque no sabes si despertarás, si mientras duermes te matan o te ahogas o te asfixias que es otra forma que tiene la guerra para matarte mientras huyes. Pienso en los miles de refugiados, no solo los de estos días, los de siempre, lo que dejaron toda su vida atrás perdiendo familiares y propiedades en el camino. Los que cruzaron los Alpes, los Pirineos y los mares perseguidos a veces por sus vecinos o por gente como ellos con familia, defendiendo sus creencias y lo que consideran sus derechos. Los que salieron de sus países para evitar que los militares en turno los desaparecieran. Los migrantes de ahora, de siempre, los que día a día se suben al tren de la muerte en México, los que son abandonados en el desierto por sus polleros que han cobrado una millonada para "cruzarlos". Pienso en los que de pronto se ven sin su casa, con sus hombres muertos y sus mujeres violadas. Esto es lo que los humanos hacemos, unas veces en nombre de la patria, otras en nombre de la raza y muchas, muchísimas veces en el nombre de Dios. Nada justifica matar a otro, nada justifica el desplazar a otro de su tierra y de su gente.
Voy leyendo noticias cada vez que puedo, me inunda la tristeza al ver que las notas de corrupción e impunidad en México ya no me sorprenden, que los de arriba explotan a los de abajo, los maltratan y los vejan hasta matarlos. Se me llenan los ojos de lagrimas cuando veo la indiferencia de la mayoría de los mexicanos, me quita toda esperanza. ¿Cómo explicar lo que uno a veces no entiende? Es casi imposible atravesarlo cuando lo que no se entiende no se deposita en un dios que todo lo puede. ¿En dónde acomodo a la podredumbre humana que explota niños y mujeres para beneficiarse? ¿Qué hacer con los gobiernos corruptos que se dividen el pastel sin buscar el beneficio del pueblo? Todos los migrantes hacen camino al andar, hacen historia. Los responsables de que las personas se conviertan en migrantes y sus opresores también hacen historia.
Muchos dirán que no tengo derecho a quejarme cuando soy una privilegiada que puedo hacer este viaje maravilloso. Yo misma me cuestiono en mis momentos obscuros si exagero, si tengo o no el derecho a sufrir, a quejarme. ¿Tengo derecho a gozar de una cama cómoda y de desayunar huevos de granja y café recién molido? ¿Es justo que mi crisis matutina se reduzca a medir las probabilidades de quedarme en este pueblo y en esta habitación tan cómoda a pesar de que no tengo una buena señal de internet? Termino aceptando lo que soy sin dejarme influenciar por esa culpa casi religiosa de la que tanto reniego.
Tengo otras preocupaciones en la cabeza, no todo es vacación, estoy por cerrar ciclos importantísimos en mi vida, no se si tengo una crisis de edad o si es cansancio acumulado de años de hacer lo que tenía que hacer, ahora solo quiero rodar y rodar como dice la canción de José Alfredo. No puedo hacer otra cosa, todavía me cuesta caminar bien, cuando camino más de la cuenta el arco me duele muchísimo y es como retroceder en la curación, me queda claro que lo tengo que dejar descansar un poco. La paranoia y la ansiedad me van dando bofetadas, algunas me recuerdan la realidad que me espera, otras me provocan la imaginación y voy soñando pesadillas. Lo único que se me ocurre es seguir rodando.
Decido ponerme en marcha, hacer mi propia historia, mi propio camino, esta vez no marco mi ruta, no quiero llegar pronto a ningún lado, no hay prisa, no tengo un itinerario desbordado que me obligue a levantarme cada día para alcanzar mi siguiente destino, así, de esta manera, respiro mi libertad, asimilo mis privilegios que son muchos y comienzo a rodar hacia el sur.
El camino me lleva por un río, le Grande Rhue, rodar junto al río me da la sensación de no sentirme sola, nos acompañamos y nos vamos contando nuestros secretos. Siempre me pregunto a dónde se lleva todo lo que le digo.
Es domingo y me encuentro cientos de motos, la mayoría como parte de grupos de cinco o seis que salen a pasear como en cualquier parte del mundo. Algunos grupos están parados frente a le Lac de Moines revisando sus rutas. Los miro a ellos y al lago con un ojo, el otro bien puesto en la carretera, hay algunas curvas y el camino es estrecho. Enseguida me doy cuenta de La Santoire, otro río que me acompaña hasta que el camino me obliga a abandonarlo. Cuando llego a Saint Clement, un pequeño pueblo al pie de una serie de colinas, el GPS me hace una de las suyas y me sube a la cima por un camino muy rural, de esos que les falta un metro para ser de tierra. Voy dejando las últimas casas atrás y cuando me doy cuenta que no volveré a ver una casa en kilómetros me asalta una pregunta que no me había hecho en todo el viaje: ¿Y si la moto decide pararse aquí en medio de la nada y no volver a prender? Afortunadamente la pregunta se quedó en mi cabeza sólo algunos metros, me distraigo con el camino lleno de árboles y admiro el paisaje que se me presenta una vez que llego a la cima.
Empiezo a bajar sorprendida de lo verde del lugar, me lo imagino en invierno lleno de nieve. Paso dos castillos que a estas alturas los veo como si fueran casas GEO con su rotoplas y todo. Hay tantos que después de unos días, y a menos que sean espectaculares, ya no impresionan. Con todo y esta reflexión decidí desviarme a ver uno del que había leído y me llamaba la atención. Cuando llegué al Chateau de Valon no tuve que meterme al pueblo, la vista desde lejos era espectacular, poco común. Adiós casas GEO, bonjour la grande France. El castillo de Valon se menciona por primera vez en el siglo XIII. Es la época de Dante Alighieri, Marco Polo y Tomás de Aquino para que se den una idea. Es en el apogeo de la Guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra.


Seguí mi camino esta vez con el río Truyère a mis pies, el camino va por encima de las colinas que bordean el río. Pasé el pequeño pueblo de Saint-Hippolyte famoso por el queso que se produce en esa región y empecé a bajar hasta encontrarme de nuevo con el río a mis pies. Después de cruzar el río en Entraygues-sur-Truyère empecé un agazajo visual, todo el camino hasta llegar a Rodez estuvo plagado de pueblos bellísimos, paisajes y hasta una capilla pequeña pegada al río, la Chapelle del Dol.


El río cambia de nombre, ahora estoy en Le Lot, lo acompaño, lo sigo, me pregunto si arrastra alguno de mis secretos que le conté al Grand Rhue kilometros arriba. Mejor lo asalto con mis preguntas, no termino de obtener una respuesta contundente sin embargo me voy aclarando, esto de fluir es cada vez más atractivo. Hay que nadar de muertito de vez en cuando.

Mis pensamientos son interrumpidos al entrar a Estaing, un pueblo muy pintoresco que tiene una iglesia que marca el Camino de Santiago además de un castillo construído por los señores de la villa en el siglo XVI. Me paro para hacer las fotos pertinentes pero quiero seguir mi camino, no me doy un respiro, no quiero parar. No puedo parar y hacer turismo, el pie no me lo permite todavía.


Sigo por un camino rural nuevamente, se estrecha y yo me acomodo para ir más despacio de lo normal, me pasa una GS 1200 con una pareja como si fueran volando, se me antoja seguirlos pero desisto ante la presencia de las vacas que me miran como si estuvieran acostumbradas a verme cada día. Me paro un momento y las miro fijamente, sostenemos la mirada y termino por entender el porqué Pilar quiere reencarnar en una vaca, se la pasan tan bien que da envidia.

Llego a Bozouls, un pueblo que parece que fue partido en dos, sus casas están pegadas a un acantilado y te da la sensación de que faltan casas y están abajo en el fondo de ese cañón.


Me sigo a Rodez, falta muy poco para llegar y el dolor del pie me lo exige. Tengo que ponerlo en agua fría urgentemente.

Después de meter el pie en agua fría y darme un baño renovador me pongo a escribir, no puedo terminar porque el sueño me gana, me voy a la cama muy temprano pensando en que soy afortunada y que todo de alguna u otra forma tiene solución...siempre que haya WIFI, claro.




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