top of page
Buscar

Última parada

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 2 sept 2015
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Me quedo dos días en Rodez para reposar el pie. Es una ciudad que no tiene mucho que ofrecer visualmente y estoy en un hotel con una buena señal de internet. Creo que es una buena opción para no moverme mucho, sin tentaciones de salir a conocer y con el tiempo suficiente para escribir, editar y sobre todo reposar el tamal que traigo por pie. Lo único que lamento es no haber ido al museo de Pierre Soulages, pintor representante del Tachismo o el Informalismo. El señor Soulages nació en Rodez y donó más de 500 piezas de su obra a su ciudad natal. Para exponerlas, la ciudad construyó un museo a la altura del pintor. Yo llegué un domingo en la noche a Rodez y me fuí un martes en la mañana, el museo está cerrado los lunes. A estas alturas voy dejando pendientes en varias ciudades con la firme mentalidad de volver lo antes posible. Hacer viajes más en corto o de pasada cuando vaya a un destino más lejano.

Voy saliendo del remolino emocional, ya he ordenado ideas y pensamientos que se encuentran tirados y desperdigados por mi mente. Empiezo a ver con más claridad qué quiero y cómo lo quiero. Ahora toca lograrlo, no quiero hacerlo a costa de dejar la piel en el intento, no quiero hacerle daño a la gente que me rodea, no quiero salpicar a nadie con mis decisiones y con mis acciones.

La primera decisión que tomo y que considero muy acertada es pasar por Gerona y dejarla como mi última parada antes de llegar a Barcelona.

La primera vez que vine a Europa pisé el aeropuerto de Madrid para tomar un avión a Barcelona y en esta ciudad tomé un tren a Perpignan, pasé por Gerona y Figueres, no había AVE y tardamos un rato en llegar pero yo lo disfruté muchísimo viendo el paisaje, el primer paisaje europeo que veía en mi vida desde tierra. Esto lo recuerdo ahora que escribo, pero en realidad el pasar por Gerona fue una decisión que tomé por ver al Cobo, un amigo muy querido que conocí a través de Jordi, fueron amigos desde niños y yo siempre he agradecido a la gente generosa que me comparte parte de su infancia a través de sus amigos. Se puede apreciar la complicidad y el compañerismo que se forjó desde la infancia y sigue siendo un deleite ver a los amigos de Jordi o el Lluc como le llaman por estos rumbos. El Cobo es de esos hombres a los que les tomas cariño casi inmediatamente, yo tuve la suerte de conocerlo hace muchos años y la primera vez que lo vi fue en Palafrugell, rodeado de su familia, algunos de sus hermanos y de sus amigos. Recuerdo la comida perfectamente y lo cariñosos que fueron todos. Han pasado varios años desde entonces y afortunadamente hemos coincidido muchas veces, unas en Barcelona, otras en Gerona, algunas en México y por supuesto aquel viaje a Italia hace 8 años que ya les he contado. En cada comida, en cada viaje, en cada fiesta siempre recuerdo al Cobo haciendo bromas y siempre me ha sacado una risa.

Salí de Rodez casi a las 12 del día y decidí no pisar autopista a pesar de que me ahorraba dos horas de viaje. Preferí hacer más tiempo siempre con la idea de tomar la vía rápida en cualquier momento. De nuevo acerté, el viaje estuvo maravilloso hasta que llegué a Beziers, ahí el camino se volvió más lento por el tráfico local y para cuando llegué a Perpignan decidí meterme a la autopista y entrar por la puerta grande a España que, dadas las condiciones y con las próximas elecciones en Cataluña, puede ser la última vez que cruce esta frontera con este letrero. A lo mejor la próxima vez dice Catalunya, nunca se sabe.

Cené con Cobo y Carmen a quien no conocía y resultó un encanto. Después de dar unas vueltas elegimos un lugar nuevo que querían probar en el casco viejo. El lugar estaba muy cerca de donde están filmando Juego de Tronos, se me antoja mucho ver cómo es que transforman parte de esta ciudad en una escena fantástica y primitiva como suele hacerlo esta serie. La cena estuvo muy buena, el vino excelente y la compañía todavía mejor, la pasamos muy bien, nos reímos como siempre y no me dejaron pagar, en cada momento pensé que mi decisión había sido muy acertada, necesitaba reírme un rato después de tanto drama. Lo de pagar fue una batalla campal digna de Juego de Tronos, ya me vengaré en un futuro.

A la mañana siguiente pensaba darme una vuelta por la ciudad pero amaneció lloviendo así que no salí muy temprano, pero Cobo que trabaja muy cerca del hotel donde me hospedé reconoció mi moto y la resguardó de la lluvia. Con esta foto se confirma el broche de oro con el que cierro mi viaje. ¡Gracias Cobo y Carmen por una noche muy especial!

Estaba a 100 kilómetros de terminar mi viaje, no podía hacerlo por la autopista, no quería pasar los últimos kilómetros como si viniera en coche. Con 45 kilómetros más evitaba la autopista y conocía un poco más de la zona. Me asaltó una nostalgia que no esperaba, el viaje se terminaba en dos horas. Tenía sentimientos encontrados, por un lado no quería dejar de rodar a pesar de que me prometí volver pronto a recorrer con más detenimiento algunos lugares, por otro me urgía llegar a casa, desempacar mi ropa que seguramente se quedaría arrugada de por vida y comer comida casera, dejar hoteles y dormir más de dos noches en la misma cama.

Los últimos paisajes que te llenan la vista y que te provocan nostalgia antes de llegar a tu destino final.

El viaje de moto llegaba a su fin, comienza la nueva etapa en Barcelona, todavía quedan días para seguir contando historias.

Comments


bottom of page