Resumiendo
- Laura Iñigo
- 5 sept 2015
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr 2020
De vuelta en Barcelona, la ciudad que dejé hace dos meses. Como ya lo comenté en la publicación anterior, la nostalgia se me pegó al cuerpo justo detrás del aire que recibí con sorpresa al tomar una curva saliendo de Gerona. En ese momento empecé a construir este texto en mi cabeza, tengo que escribir mis conclusiones y hacer un resumen de lo vivido. Tengo algunos textos que empecé a escribir durante el viaje y que no he terminado, quizá los publique junto con otras experiencias conforme me vaya acordando, por el momento les puedo compartir este texto.
He recorrido casi 8,000 kilómetros, no hice el viaje planeado ni el deseado, se me atravesaron otros caminos y algunos obstáculos. Siempre he creído que los caminos que se nos presentan se toman o no y los obstáculos se atraviesan y punto, no existe la posibilidad de no atravesarlos por lo menos para mi. Siento que si no atraviesas un obstáculo te quedarás ahí para siempre, hay veces que no se puede rodear y solo queda brincarlo, lo que no me permito, y quizá estoy muy equivocada, es perder tiempo ahí mirando el obstáculo sin hacer nada. Después de este momento de autoayuda barata, sigo con mi relato.
El primer camino fue la Toscana, el quedarme unos días ahí y disfrutar esos viñedos con Pilar en una casa tan bonita fue como un Oasis. Conocimos una pareja encantadora que coincidentemente también les gusta andar en moto, tienen 3 y así se conocieron, ahora salen menos porque tienen un bebé y manejan esta casa rural. Carlo y Alice son encantadores y espero volverlos a ver pronto.
Después de algunos kilómetros y de diversas experiencias, tomé la decisión de no ir a Rusia, sigo creyendo que acerté al dejar este destino para otro momento. Algunos dirán que no aproveché esta oportunidad, yo creo que me quedan años para conocer lo que quiero.
A partir de mi desprendimiento físico y emocional de la ruta inicial, empecé a cruzar y a seguir caminos que no me había imaginado. Los caminos los tomé también mentalmente. Algunos me llevaron a paisajes claros y otros a territorios obscuros, hubo de todo un poco y creo que al final fue bastante equilibrado.
En el momento que dejé Varsovia me encontré con un abanico de destinos que me hizo sentir como un niño en una tienda de dulces, eran tantas las posibilidades que no sabía qué elegir ni por donde empezar. Nunca creí llegar a los países nórdicos, o seguir el cauce del Rin y mucho menos recorrer la zona de volcanes de Francia que ni sabía que existía.
La ruta final

El obstáculo mayor fue el sensor de la moto que dejó de funcionar. Este problema no solo me quitó días sino que me bloqueó varios destinos que quedaron pendientes. Tuve que reconciliarme con los obstáculos y asumir que no todo depende de uno y cuando no hay solución hay que buscar alternativas y cuando no las hay uno se vuelve flexible y espera y cambia de planes. Lo mejor que saqué de este problema electrónico más que mecánico es que pude convivir varios días con mi hermana en Francia. Estos días fueron importantes para acercarnos después de varios años de distanciamiento.
En cuanto me dieron el diagnóstico de la moto mis prioridades cambiaron y mi único objetivo era llegar a Barcelona para arreglar el problema. En la ruta planeada se me atravesó otro camino, esta vez uno interno que me permitió ver mi vida desde otra perspectiva, me quedó claro que lo que sentía lo tenía que decir claramente, que tenía que actuar rápido y con certeza a mi regreso a México y que tenía que abrirme a las posibilidades de cambios duros y drásticos con el fin de cerrar ciclos y abrir nuevas opciones de vida.
Mientras más avanzaba por Francia y soltaba la frustración de no haber ido a donde quería ir, fui haciendo una lista de los destinos que quedaron pendientes: los Alpes (más y más), los Picos de Europa, la Sierra Nevada y muchos pueblos y ciudades a los que le puse una marca de "próximamente".
En este viaje aprendí que me gusta mucho la moto, que no se me han quitado las ganas de viajar por el mundo subida en una, que quiero hacerlo lo más posible hasta que el cuerpo ya no me lo permita. Me di cuenta que no me gusta hacer turismo sola pero no me importa rodar por horas sin alguien que me acompañe. Me percaté que la moto no es sólo un vehículo que me lleva de un lugar a otro, también me lleva de un rincón a otro de mi mente además de ser el motor que me ha llevado a escribir o más bien mostrar lo que escribo.
Más que un hobby, la moto es mi pasión y a las pasiones no hay que dejarlas ir, no cualquiera tiene la suerte de tener una.
De regreso en Barcelona

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