top of page
Buscar

16 años

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 16 ene 2016
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Empezamos un nuevo año y a mi, desde hace unos cuantos, enero me provoca nostalgia. Además de las promesas, los propósitos y los inicios de mil cosas con las que te cruzas en este mes, yo no puedo dejar de pensar que es el aniversario del parte aguas de un negocio que fue generoso y noble por más de 25 años y que ahora está en el inicio de un ocaso.

En los primeros días de enero del 2000, arrancando con el siglo y bajo una lluvia de demandas legales en todos los ámbitos del derecho, nos mudamos a las nuevas oficinas dispuestos a empezar una nueva era. A partir de entonces, cada comienzo de año yo hacía un recuento y veía como avanzábamos. Hasta hace unos años me da por pensar en lo mucho que ha cambiado todo, el país, el barrio, mi propia vida. Hace 16 años mis padres vivían, a mi padre lo empecé a ver con más frecuencia, la oficina estaba cerca de su casa y nos veíamos en el Etrusca, ese cafecito de barrio que ha cambiado de mobiliario y de personal pero su café sigue siendo igual de bueno. Solía llamarme a media mañana y decirme estoy aquí abajo, cuando puedas, y si puedes, baja. Y yo me apuraba y siempre bajaba, disfrutaba mucho sentarme con el a platicar una media hora antes de regresar a trabajar y él se quedaba escribiendo o leyendo, disfrutando de su barrio en su retiro. Hace 16 años Jordi también vivía y la afinidad en los negocios como en las fiestas nos permitió ser socios y amigos, pasamos por juzgados y antros casi al mismo tiempo, sobrevivimos el fuerte cambio de arrancar de cero y con 3 pesos pero con mucho entusiasmo. Los dos crecimos mucho con tanto cambio tan abrupto y poco a poco nos fuimos acomodando en el éxito de un negocio que nos permitió disfrutar mejor de la vida.

Hace 16 años El Chapo no se había fugado la primera vez, Kate del Castillo no se había casado con Luis García, Fox era la esperanza del cambio para muchos mexicanos y no se había muerto David Bowie. ¡Ay las vueltas que da la vida! El barrio de la oficina ha cambiado mucho en estos años. Tuvimos el tino de caer en la frontera entre la Roma y la Condesa cuando ambos barrios seguían siendo habitables, antes de que la Condesa se convirtiera en un "wanabe" de lo que es la Zona Rosa y antes de que la Roma se convirtiera en Hipsterlandia. La esquina del banco donde abrimos la cuenta de la empresa tenía un solo puesto de periódicos, ahora hay más de 20 puestos de fritangas y apenas puedes pasar. Las fondas han ido desapareciendo y llegaron los restaurantes modernillos, recuerdo cuando abrieron el primero de la zona, el Contramar. Justo enfrente abrieron uno español con una cava muy variada, el Tierra de Vinos ofrecía catas y menú con maridaje. Ahora hay un Fisher's y la calle está llena de autos en doble fila lleno de guarda espaldas. Al lado de este lugar, había un restaurante argentino poco pretencioso con buenos precios y comida casera. Este sitio desapareció a los dos años de que llegamos, lo menciono porque casi olvido la cantidad de veces que comimos ahí y lo bien que la pasamos. Además de los puestos ambulantes de comida, nos invadió una cantidad ofensiva de Oxxos, en una manzana hay tres y uno está frente al puesto más asqueroso y estorboso de tacos que apareció de la noche a la mañana hace unos 4 años, esa esquina junto con la del banco son las más temidas por cualquier peatón decente.

Lo que no ha cambiado es el salón de fiestas que tenemos just enfrente y que nos deleita cada día de diciembre con un repertorio de música para bailar, la típica de boda que incluye esa canción que escuchaban nuestras abuelas "María Cristina me quiere gobernar."

Los barrios no solo cambian por sus locales o sus puestos, se transforman con la ausencia de sus habitantes, aquellos que pateaban las calles cada día. Cuando estos personajes dejan de pasear por el barrio, éste se transforma aunque no se derrumbe una casa. Y así como se van unos, llegan otros que le aportan una nueva personalidad. Los que seguimos, observamos y nos acostumbramos a las ausencias y las nuevas presencias. Hay muchos personajes que conocí hace 16 años y que se han ido, además de la gente querida había personajes muy particulares. Era muy común enocontrarse a las Pecanins que caminaban a su galería todos los días, eran inconfundibles y a veces podíamos pasar un rato hablando con ellas, les gustaba charlar con Jordi que además de catalán era un seductor. Hace años que dejaron de caminar por ahí y desde entonces el camellón de Durango ya no es el mismo. A tres edificios había un local que vendía vestidos de noche a medida, era de un modisto de unos 60 años con ojos tatuados llamado Leo. Lo veíamos casi a diario cuando salíamos a tomar un cafe tratando de evitar pasar mucho tiempo en la oficina. Un día a Jordi se le ocurrió comentarle que el día estaba soleado y a partir de ahí Leo el modisto no paró de hablar durante años hasta que una mañana no volvimos a verlo, al poco tiempo nos enteramos que había muerto de un infarto. Había una pareja de cierta edad que comía en diferentes fondas cada día, a él lo reconocía porque alguna vez me lo presentó alguien, sabía que vivían en los edificios Condesa y él era periodista. No sé si ahora no salen, si se cambiaron, si siguen vivos, lo único que se es que un día me sorprendí al descubrir que los echaba de menos. Ahora abundan los sombreros, las barbas, los tatuajes, los manbuns, las cervezas artesanales y los perros criollos o mestizos. Hace 16 años era más jóven y he envejecido, me doy cuenta al leer la primera oración de está párrafo.

Commenti


bottom of page