top of page
Buscar

Hablar con los muertos

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 31 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 3 nov 2020

Se acerca el día de muertos, México se llena de altares para celebrar y acompañar a los nuestros. Esta tradición tan mexicana muestra al mundo que la muerte es tan natural como la vida y hay que celebrarla, es tan bonita e importante que la #UNESCO la considera un Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Este año es especial, la muerte está muy presente en nuestras vidas con casi un millón doscientos mil muertos en el mundo a causa del #COVID19. En estos días palpamos la fragilidad de la vida cada día. Mis muertos y los de muchos están más presentes que otras veces. Creo que todos hemos tenido algún amigo o familiar que se ha enfermado de este virus, a otros nos ha tocado la muerte más cerca. Ya no se trata sólo del encierro o de posturas políticas al respecto, a estas alturas ya sabemos que el papá de un amigo o la tía de alguien falleció. Y no, no es culpa de ningún gobierno, ni siquiera del de Trump que se puede llevar el premio en casi todo lo malo que un Presidente puede hacer.

No hay que esperar a noviembre para hablar con los muertos, pero esta fecha nos permite recordarlos con cierto gustito salpicado de melancolía o de nostalgia, quizá solo de tristeza, No importa si los tenemos muy presentes algunos días y otros no, el 1 y el 2 de noviembre son el pretexto perfecto para celebrar y convivir con ellos tal como se hacía desde la época prehispánica.

Sin necesidad de esperar a noviembre, ellos aparecen en una canción, un libro, una película, una foto, o una carta que encuentras mientras buscas otra cosa. Sin embargo, estas fechas invitan a mantener diálogos más largos, contar anécdotas o ponerlos al día de lo que va sucediendo con los que dejaron viviendo.

Últimamente, en una misión de investigación que me he autoimpuesto, he podido preguntarle muchas cosas a mi abuelo Luis Planter, el único que no llegué a conocer. Me parece que hay mucho que no me ha contado todavía así que tendré que viajar para que libros y registros me digan más de lo que fue.

Cuando murieron mis abuelos paternos yo era muy pequeña y, a pesar de haberlos conocido, no sufrí su partida como cuando murió Manque, mi abuela materna. Ella representa mi primer gran pérdida, y me arrepiento tanto de no haber hablado más con ella de su vida, quien sabe si me hubiera contado todo lo que sabía de esta familia tan llena de secretos y en donde ella tuvo una participación muy importante.

Hablo con mis muertos, los considero míos porque en la obviedad me dieron la vida y en lo casual nos cruzamos en esta vida. Los recuerdo cronológicamente Pienso por ejemplo en mi amiga Gaby, en lo que vivimos, en lo que sería ahora, me la imagino siendo juez federal en Estados Unidos, sintiéndose orgullosa de sus hijas y lo que han logrado.

Pienso en mi cuñado Pepe, que al igual que Gaby no pudo convivir con sus hijos lo suficiente y, por si ellos no ven lo que pasa en la vida, les voy contando lo bien que van caminando, cómo van buscando su camino y encontrando las alegrías y los sufrimientos que todos nos topamos aquí.

A mi padre le digo que el único de sus hijos que no la ha tenido fácil y que ha luchado por lograr lo que quiere ser es Aster, que le está costando mucho trabajo y es admirable lo que ha logrado, en esto se parece mucho a él, los dos han salido adelante a pesar de los obstáculos. También le digo que a pesar de mis maneras, yo siempre estaré cerca de ese retoño que tanto le preocupó cuando supo que moriría pronto. Que hasta ahora no lo he abandonado del todo y que nunca lo haré.

Hablo constantemente con Jordi, mi gran amigo, le pregunto si seguiría en México y si estaríamos juntos buscando nuevos caminos y proyectos para sobrevivir las crisis que nuestro negocio sufrió desde que él se marchó.

Pienso en mi hermano, la eterna víctima que siempre sonreía. Le pregunto si está mejor allá donde sea y si ve lo que hacemos aquí, si le gusta lo que ve. Siempre le digo que hizo bien en irse antes que su madre adorada, a pesar de haberle partido literalmente el corazón. No sé cómo llevaría la vida sin ella.

A Rafael, lo pienso y lo extraño, me hace reír cada vez que recuerdo algún comentario de esos tan suyos, tan sarcásticos y divertidos. Le reclamo la falta que nos hace y lo mucho que lo hemos llorado.

A mi madre le doy las gracias por tanto y le pregunto cómo nos ve, quizá es mejor que no vea nada, estoy segura que no le gusta nada el vuelco que han dado las cosas. Me da tristeza pensar que no todo marcha como ella lo hubiera deseado, que hay situaciones que no son de su agrado y que se sentiría dolida al ver que no se han cumplido sus deseos tal como lo planeó en su momento. Si vamos a honrar a nuestros muertos hay que respetar sus deseos en vida y siento que a mi madre le están arrebatando parte de su generosidad al no cuidar de la gente que ella tanto quería. Se honra a la ascendencia cuidando la familia no quitándoles lo que ella les dió. No será bonito ver la rabia y el resentimiento desde donde se encuentre. Menos mal que el resto compensa con solidaridad y buenos gestos, eso sí es honrar su memoria. Espero que no sufra la soledad que se han autoimpuesto algunos a consecuencia de sus propios actos.

Como no creo en nada, es más difícil imaginarlos en un cielo o un infierno, en otro cuerpo o como fantasmas de sábanas, solo me queda el recuerdo de lo que fueron y los altares nos permiten acercarnos, celebrarlos y mostrarles el camino a donde quieran volar.

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page