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¡Mira! ¡Una mujer en moto!

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 18 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Desde niña me han gustado las motos. Recuerdo la primera vez que me subí a una, yo tendría unos 6 años cuando mi primo Jaime llegó con su flamante moto a mi casa. No pude quitarle la vista de encima y la fui rodeando a distancia, tenía miedo que se me cayera encima, fijándome en cada detalle. Cuando mi primo me preguntó si quería dar una vuelta no lo dudé, así que me cargó y me sentó delante de él. La sensación del aire en la cara y el corazón palpitando ante la inesperada velocidad me cautivó inmediatamente. Desde entonces me obsesioné con ellas, y por más que supliqué y lloré, mis padres nunca quisieron darme una moto.

-Yo no voy a regalarte una caja de muertos- decía mi padre -Si quieres una te la vas a tener que comprar con tu dinero y bajo tu responsabilidad. La prohibición de mi padre era por pura seguridad y no por pensar que esos gustos eran de niño.

A pesar de la negativa, siempre tuve motos a mi alrededor, no faltó el vecino o amigo que me dejaba dar una vuelta, también estuvieron los primos que generosamente nos compartían sus motos los fines de semanas en un terreno enorme por Tepotzotlán. Entre los amigos había una mujer con una pony matic y entre los primos había dos mujeres con Carabela 125, para mi era normal ver mujeres en moto. No había muchas pero yo conocía varias.

Tuve la suerte de tener unos padres que me permitieron elegir mis gustos, nunca me obligaron a dejar el balón por unas muñecas, así que nunca me cuestioné mucho el rol de género para elegir lo que me gustaba hacer.

Mi primera moto la compré hace 20 años. Ya tenía treinta y pensé que mi época para rodar ya había pasado, pero en un impulso salí de una agencia con una moto usada sin haber practicado en mucho tiempo. Dicen que lo que bien se aprende nunca se olvida y en unos días yo me sentía como si llevará años rodando la Yesenia, una BMW F650 blanca modelo 1997. No me sentí extraña por subirme a una moto después de tanto tiempo, lo que sí me incomodó fueron las miradas de asombro de muchos hombres, y también mujeres, en cuanto se percataban que era mujer.

Estuve saliendo con algunos amigos a rodar, todos hombres. A veces me iba a dar unas vueltas con mi mejor amiga Mayo quien siempre ha sido una excelente copiloto. Recuerdo haber comentado con ella que seguramente la gente pensaba que éramos una pareja heterosexual al llevar las dos el casco y que cambiarían de opinión al ver a dos mujeres, entonces seguro pensarían que éramos una pareja de lesbianas. Nada más lejano a la realidad. En ese entonces yo salía con un hombre, bastante machín por cierto, y Mayo estaba a punto de iniciar una relación con Gustavo quien también andaba en moto. Nos reímos mucho del prejuicio de la gente, en ese entonces no se hablaba de feminicidios o de violencia de género. En esa época solamente conocí una mujer con moto y me encantó saber que no estaba sola en un ambiente tan masculino en el que nunca sentí miedo pero sí hacía falta la complicidad femenina.

A diferencia de Ana Gabriela Guevara, he tenido la suerte de no encontrarme con machines violentos, no obstante me he topado con comentarios "inocentes" que permiten el asomo de la cultura machista y misógina que existe en México. No me he sentido agredida por los comentarios pero sí muy sorprendida al ver el desparpajo con que los hombres, a partir de su enorme ignorancia, preguntan si la motocicleta es de mi esposo o si ya dejan andar en moto a las mujeres. Una vez evité una multa por el simple hecho de ser mujer. Un policía federal me paró en la carretera libre a Acapulco por exceso de velocidad y en lugar de multarme, me pidió tomarse una foto conmigo. -Es para comprobarle a mis compañeros que vi a una mujer que sabe andar en moto porque no me lo van a creer.

Hubiera preferido la multa.

Es tan poco común ver mujeres rodando por México que puedo entender que la gente se sorprenda, lo que no acepto es la agresión a alguien por ser mujer y por andar en moto. Es deplorable leer que esta mujer a la que le desfiguraron la cara, ha vuelto a ser agredida en las redes sociales. Los deplorables comentarios de muchos hombres y, lo más sorprendente, de varias mujeres que condenan a una mujer por andar en moto me crean mucha rabia. ¿Qué más da si esa mujer es senadora o atleta o lesbiana o masculina? Es una persona que merece respeto. Todos lo merecemos sin importar nuestras preferencias, gustos, costumbres, condición, raza y género. Desafortunadamente nos queda mucho camino por andar en México, y hay veces que siento que caminamos hacia atrás cuando escucho frases tan machistas y denigrantes como ésta que dijo el Gobernador de Hidalgo Omar Fayad a las indígenas de su Estado: "Ya les dije que duerman con ropa porque producen muchos chamacos." Y no solo en México, hace poco escuchamos las palabras del próximo Presidente de Estados Unidos, a las que se refirió como conversaciones de vestuario, sobre lo fácil que era tomar a las mujeres por el coño cuando eres famoso. A pesar de sus palabras machistas y misóginas, ganó la presidencia. Si esto lo dice un gobernante -¿Qué podemos esperar de un ciudadano común?

En la mala costumbre de hacer un chiste de todo, las mujeres se ríen de los chistes machistas de los hombres sin pensar que están siendo agredidas, los hombres creen que se hacen los graciosos denigrando a las mujeres y de ahí a los golpes solo queda un paso. Mientras tanto yo me pregunto ¿Cuánto tiempo nos tomará crear conciencia? ¿Cuántas mujeres tienen que ser golpeadas o deben morir en manos de hombres para dejar de reírnos de los chistes machistas?

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