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19 de septiembres

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 19 nov 2017
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Ha pasado más de un mes del terremoto 19-2017 y 32 años y pico del 19-1985.

El miedo sigue dentro de mi, no recuerdo haber guardado esta sensación hace 32 años, no se si es porque era más joven, me encontraba en esa edad cuando todavía sentimos que somos inmortales. Hoy sigo brincando cada vez que escucho algo semejante a una alarma sísmica, a veces sueño que tiembla y despierto sudando y alterada. Me pregunto porqué sigo con el síndrome post-traumático si no perdí mi casa ni me quedé atrapada entre los escombros, nadie cercano murió aunque no dejo de pensar en todos los damnificados, en personas cercanas que se han quedado sin nada, en amigos de amigos que seguirán en la absoluta inestabilidad, en los que perdieron familiares, mascotas y toda una vida de objetos. Al final pienso en los muertos, sobre todo en los que duraron tiempo vivos.

Quizá me atormenta la acumulación de pedacitos rotos que se me fueron despegando entre suspiro y suspiro, en los viajes que hice en moto, encontrándome en cada lugar a la tragedia de la mano de la solidaridad. A lo mejor ese primer olor a gas y polvo se me quedó en la memoria y no quiere abandonarme, con el tiempo será parte de mi colección de olores que me recuerdan un momento escalofriante. No hay forma de evitarlo, todos tenemos estos olores y sabores guardados en el inconsciente, muchas veces en el consciente a pesar de nuestros infructuosos intentos de desecharlos. Cuando ya ni te acuerdas de ellos, surgen y te toman por sorpresa.

Todavía recuerdo el silencio de la ciudad esa primera noche y el caos inicial en la cruz roja o en los recién nacidos centros de acopio cerca de las zonas de desastre, mucho antes de que llegara la marina o el ejército, esos momentos en que veías a chavos tomando las riendas junto con un policia de a pie, tratando de organizar a los demás. Esa noche volví a pensar en 1985 y en las posibilidades de sufrir un temblor devastador el mismo día.

Dos temblores en la misma fecha con 32 años de diferencia, esa no es la única, hay contrastes sutiles y monumentales entre estos dos sucesos. Me parece que hace 32 años no teníamos idea de la magnitud del daño. En este último sabíamos que un temblor así de fuerte provocaría daños.

Cuando el polvo provocado por el golpeteo de los edificios se asentó, empezaron a llegar las imágenes devastadoras de humo y caos, al principio pensé que eran memes, otra diferencia entre el 85 y el 2017. Hace 32 años corrías a la tele para ver las dimensiones del desastre. Ahora los medios sociales y de comunicación te siguen informando, cada uno a su manera, yo me inclino más por los medios inmediatos que te permiten verificar historias y encontrar los mensajes de miles de usuarios, el riesgo es que se inventan muchas historias y hay que verificar para eliminar las falsas, aunque siempre se puede caer en el rollo mediático montado por quién sabe quien y transmitido por todos las televisoras y emisoras de radio.

A nivel personal, las dos fechas han sido muy diferentes para mi, en el 85 entré en pánico al ver que el edificio donde trabajaba mi padre se había hundido 5 pisos, nos tardamos casi dos horas en ubicarlo fuera de peligro y lejos de ese lugar, esas horas fueron eternas y desgastó a toda la familia. Después recuerdo haber ayudado, pero muy lejos de las zonas de desastre. Al final la devastación se volvió en una realidad vivida a través de la televisión.

Este terremoto ha sido muy diferente, lo he vivido más de cerca y me ha dejado un fuerte impacto psicológico. Seguramente el miedo me impidió ayudar más en el terremoto del 85 y dadas las dimensiones, puedo imaginar que el trauma sería mayor.

Ya escribí toda mi experiencia que publicaré en otra entrada para no alargarme mucho, mientras tanto, a un mes de la tragedia, los que más sufren ahora son los damnificados y conociendo nuestro gobierno, pasarán muchos meses en la calle. Me parece muy importante no olvidarnos de ellos conforme pasa el tiempo.

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