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Crónica de un desastre natural

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 26 sept 2017
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


-¡Está temblando!- me dijo Tina, la señora que nos ayuda en casa. Mientras decía esto me jaló del brazo para que reaccionara, yo pensé que había sido un camión que pasaba. Es muy común en esta ciudad construida sobre lagos y pantanos, sentir que la tierra brinca un poco cuando pasa un camión pesado. Bajamos corriendo a la calle y nos encontramos con varios vecinos.

La primera impresión que me llevé al bajar fue encontrar la calle llena de polvo, como si estuviéramos en guerra. No había daños, solo eran los edificios que chocaban entre si. En ese momento supe que el temblor se había convertido en terremoto y si esto pasaba en Polanco, habría mucho daño en el Centro y la zona "débil" de la ciudad, es decir, Condesa, Roma, Juarez y Doctores.

A las pocas horas salí a ver si podía ayudar en algo, me fui directo a la Cruz Roja en donde me dieron cajas de agua para repartir en las zonas de desastre. Había muchas zonas, mi primer viaje fue a Alvaro Obregón 286, a dos cuadras de mi antigua oficina y a dos edificios de donde vivía mi padre. El lugar estaba lleno de gente, de motos, había un caos tremendo y ese paisaje tan familiar para mi durante 17 años ahora se veía totalmente ajeno, había solo escombros al final de la calle de Salamanca, justo donde entronca con Alvaro Obregón. No podía creerlo.

Sin saber muy bien que hacer le pedí a Pilar que me fuera informando por whatsapp en dónde tenían víveres para repartir. Mi mejor fuente en esos momentos eran ella y twitter. Me lancé de nuevo a territorio conocido y llegué al Teatro Angela Peralta donde ya había muchas motos y varias personas llenando las motos con aguas, frutas y sandwiches.

Esta vez me lancé a Gabriel Mancera y Escocia en la colonia del Valle. Yo seguía sin creer lo que veía. La gente caminaba sin rumbo, otros trataban de organizar a la muchedumbre que quería ayudar. Un muchacho con una cámara me ayudó a bajar los víveres. Me acerqué a un chico con un altavoz y le pregunté: -¿Qué necesitan? -Lamparas y pilas. Todas las que se puedan, trabajaremos toda la noche y no podemos hacerlo sin luz.

Pregunté a amigos por todos lados y en todos los medios. Me ofrecí a recogerlos para que no se movieran de su casa. Al salir de ahí, en un semáforo, me topé con mi sobrino Andres quien llevaba en su moto a un amigo y una pala. El corazón se me agrandó al ver a alguien de mi familia en una de las miles de avenidas de esta inmensa ciudad. Vaya coincidencia. Di vueltas de sur a norte y regresé al mismo lugar en Escocia y Gabriel Mancera a entregar lo que mis amigos generosamente donaron en ese momento. Gracias a todos, no me canso de decirlo. Mi última vuelta fue al CUM donde apenas estaban montando el albergue y el centro de acopio, no había mucho por hacer. En esta noche, conocí varios bikers/moteros con los que intercambié impresiones y sobre todo tips para seguir ayudando. Intercambiamos teléfonos que fui guardando como "sismo" en mi agenda. Hasta el día de hoy tengo 23 nombres en ese grupo. Regresé a casa cerca de la una de la mañana devastada, en shock y sin muchas ganas de dormir pero no podía seguir en la moto, ya comentaban que no era seguro andar sola y mi cuerpo ya no daba para más. Esa misma noche y a la mañana siguiente recibí muchas muestras de cariño, mis amigos de España preguntaban cómo podían ayudar, la familia fuera de México quería aportar dinero o ayudar de alguna forma, todos muy solidarios, por fin me dormí sabiéndome rodeada de tanta gente con corazones enormes.

Al día siguiente me levanté muy temprano y volvía a recorrer la misma zona, esta vez me llevé comida de un centro de acopio de EcoBici en la Condesa a la zona de viaducto y Medellín.

Casi me caigo de la moto al ver la zona donde antes hubo un edificio, solo había una montaña de escombros y gente parada encima removiendo piedras.

Llegué a la zona donde organizaban a los rescatistas, repartí la comida con mucho esfuerzo, ninguno de los voluntarios querían recibir la comida, era como si no se la merecieran, los convencí a punta de argumentos prácticos.

-Necesitan comer, luego igual no lo harán hasta muchas horas más tarde.

-Tienen que tener fuerza para mover lo antes posible escombros por si hay gente con vida, se los prepararon para ustedes, no los desprecien.

En ese lugar conocí una estudiante de Arquitectura a la que posteriormente llevé a varios edificios en esa zona de la Del Valle. Su trabajo consistía en realizar un informe de los edificios dañados que habían sido reportados a Protección Civil. La dejé en Pilares y Universidad donde había muchos brigadistas y arquitectos uniformados con su equipo completo de chaleco, casco y botas, todos dispuestos a meter el hombro en lo que fuera necesario. El movimiento de la gente no ha dejado de conmoverme.

Más tarde me lancé a Las Lomas donde una amiga junto con su hijas y las amiguitas habían fabricado no se cuántos lunches para todos, en la moto me cupieron dos cajas de 40 tortas con galletas y jugo.


Conforme pasaban las horas, la ciudad comenzaba a organizarse o a desarmarse, según lo vean, cada vez más. La presencia de los militares y la marina causó cierto desconcierto, comenzaron a delimitar ciertas zonas, ya no había paso por donde había entrado la noche anterior.

Intenté dejar la comida en Alvaro Obregón pero era imposible. Pilar estuvo en un centro de acopio en la esquina de Salamanca y Chapultepec, me encontré con ella y me dijo que no estaban organizados y que les sobraba comida, imagino que conforme pasó el tiempo se fueron organizando un poco más. Busqué algún lugar abierto para dejar los lunches directamente con los brigadistas voluntarios pero fue imposible, al final me dijeron que en la Roma necesitaban comida y así llegué a la calle de Torreón, en donde había otro centro de acopio y de ahí salía una camioneta al centro. Fue lo más cercano que pude llegar a entregar comida ese día.

En ese mismo lugar nos pidieron a varias motos cargar aguas para llevarlas a Oaxaca y Monterrey en donde salía una camioneta hacia Iztapalapa. En el camino pude ver varias calles cerradas y algunos edificios vacíos con ventanas rotas y fachadas incompletas, no puedo imaginar lo que siente la gente que ve su ciudad destrozada por las bombas cuando está en guerra. La desolación debe de ser tremenda.

Esa noche llegué a casa a deprimirme con la búsqueda de la supuesta Frida Sofía, debo decir que caí en el juego mediático y me tragué la historia completa. A la mañana siguiente nos enteramos que todo había sido una invención, algo inaudito que se repetía nuevamente en este país. No termino de entender para qué se inventan estas cosas que solo quitan credibilidad a los medios aunque les permita un cierto rating por algunas horas. Lo que no debemos perdonarles nunca es que nos sigan alimentando de información falsa. Eso se resume en televisión basura.

Debo decir que a pesar de estar conectada en twitter y facebook, en más de 24 horas no vi un solo meme relacionado al temblor, eso dice mucho sobre un país volcado en ayudar, fueron momentos, días en donde no había tiempo para crear un meme, todos estaban en la calle. La mayoría eran jóvenes, en todos lados se veía gente joven, algunos muy niños, todos en silencio cuando se requería, con un respeto y una entrega admirable. El primer mensaje que vi relacionado al temblor se refería a la juventud mexicana y decía: "Los jóvenes han tomado la Ciudad de Mexico. Espero ya no la suelten." Yo también espero que no la suelten, cada día que pasé a su lado me convencí que solo ellos pueden cambiar el rumbo de este país, los admiro, les agradezco su labor y los aliento a que sigan luchando juntos. Lo único que les reclamo, porque si me ardió, es que cada vez que llegaba a un puesto de ayuda se referían a mi como "señora". Pues si, lo soy para ellos desde hace años por más que yo quiera pasar inadvertida entre tanto escuincle.

En esos días descubrimos la aplicación Zello que nos permitió enterarnos de las necesidades en tiempo real. Esta app funciona como un radio civil, el famoso cb que utilizan los camioneros. Los canales en esta aplicación se fueron multiplicando para no saturar el principal que ahora es el ya famoso "Sismo Mexico 2017", entre los más importantes son Manos 2017 para coordinar toda la ayuda en las diferentes zonas de desastre, Estafetas 2017 para medios de transporte, Centros de acopio 2017, Comida Caliente 2017, Herramientas 2017 etc. Estos canales fueron de gran ayuda para muchos, incluso ahora se puede solicitar información para ir a ayudar o para pedir comida, transporte o herramientas. Conforme pasan los días, estos canales han ido perdiendo fuerza, la gente va regresando a la normalidad y ya no están disponibles para ayudar, solo quedan un par muy activos y da gusto escuchar que la gente sigue en la calle ayudando a todas horas.

El viernes Pilar y yo nos fuimos en la moto ayudar a donde fuera necesario, nos enteramos que necesitaban motos en la Casa del Arquitecto para llevar arquitectos a diferentes zonas de la ciudad. Cuando llegaos Pilar se bajó y al parecer había bastante desorganización así que se quedó a coordinar a las motos con los arquitectos.

El primer viaje lo hice con 4 motos más a Iztapalapa, los 5 bikers que salimos en fila por Tlalpan veníamos de diferentes barrios, hasta adelante un empresario de Tecamachalco, atrás un tianguista de Cuautitlán Izcalli, un terapeuta alternativo de la Nueva Santa María y un mensajero de la Balbuena. Lo difícil no fue llegar sino aguantar ahí en la calle en lo que los arquitectos verificaban las casas dañadas, tuvimos que lidiar con ojos que nos miraban con desconfianza, con borrachos que querían agarrarse a golpes con el que se dejara, con mujeres sin cejas, o más bien con cejas tatuadas que daban más miedo que los borrachos. En fin, un barrio muy desconocido y muy hostil para los foráneos, terminamos debajo de una cámara de la ciudad por seguridad. Cuando regresamos, el tianguista y el mensajero volvieron a Iztapalapa, el empresario, el terapeuta y yo nos quedamos buscando alguna ruta más cerca, parece fácil pero salir así cansa mucho. Nos dimos otra vuelta junto con una maestra que se nos unió para ir a Tlatelolco y a la zona de la Juárez y la Roma.

En este último viaje mi coraje fue en aumento al ver las construcciones de algunos edificios, ahora sí nos tocó pasar por zonas devastadas, por edificios que no han sido desalojados y que presentan grietas enormes, no entiendo cómo la gente puede seguir trabajando bajo esas condiciones. Es increíble el poco respeto que estos constructores y las autoridades correspondientes tienen por la vida humana. Mucha gente murió por la corrupción, así de fácil, así de asqueroso es el que permitió que se construyera un piso extra en el colegio donde 19 niños perdieron la vida, el que se hizo de la vista gorda ante la construcción de un helipuerto en un edificio de la Condesa que ahora tiene a los vecinos damnificados sin poder regresar a sus casas, así hay por toda la ciudad columnas sujetadas con alambrón en lugar de varillas que están expuestas en edificios ahora abandonados y próximamente derrumbados. Desde ese día no dejo de pensar en que todos los involucrados deberían terminar en la cárcel. Difícil ahora que el gobierno quiere arrasar con todo para no dejar huella de la corrupción. Un asco.

El último edificio que visitaron los arquitectos fue en la Condesa, ahí los dejamos justo frente al Comité de Ayuda a Desastres y Emergencias Nacionales Cadena, una organización judía muy organizada. Uno de los voluntarios me pidió ir a Cacahuamilpa y Amsterdam a recoger unos tanques de oxigeno. Me pareció que sería la tarea más fácil del día al estar muy cerca, pero resultó la más difícil emocionalmente. Por primera vez entré al Parque México, a las calles abiertas de Amsterdam, a este que por muchos años ha sido mi barrio prestado, donde muchos amigos viven, donde he ido a cenar, comer y a caminar por la cercanía a mi oficina. Fue durísimo ver el estado de muchos edificios. Sabía del edificio de Laredo y Amsterdam pero poco supe todo lo demás. Conforme avanzaba, el olor a gas iba en aumento, el olor a sudor también.

En cuanto llegué a la Plaza Popocatépetl me encontré con medio centenar de brigadistas cansados y sentados en la banqueta. Uno de los filtros me contó que acababan de sacar el último cuerpo de un edificio colapsado, aparentemente el oxigeno que yo transportaría era para esa persona que estuvo viva pero que ya no aguanto la presión cuando por fin la liberaron. No se si fue el cansancio o la impresión que me causo este comentario pero mis rodillas se doblaban ya sin fuerza. Uno quiere seguir ayudando pero el cuerpo y la emoción no te dejan seguir. Regresé a buscar a Pilar y me senté un rato largo en la banqueta esperando a que terminara su labor. Mi mirada estuvo perdida un rato grande, mi mente también, no quería seguir pensando en la gente atrapada, en la familia que espera ansiosa a los pies del edificio en ruinas con la esperanza de que rescaten a su familiar con vida. No podía más, quería llorar. No pude ni siquiera hacerlo.

El sábado en la mañana, me dirigí a la Del Valle a ayudarle a un amigo a cargar un camión que se iba para Morelos, dos cuadras antes de llegar sonó la alarma sísmica y de pronto aparecieron cientos de personas en las calles, en pijama y con cara de dormidos espantados. La paranoia a otro terremoto sigue a flor de piel, todos estamos asustados. Algunos bajaron descalzos y otros a medio vestir, a nadie le importó.

Esa noche me dirigí al Parque México para prestar mis manos. Me tocó coordinar una valla humana, tuve todo tipo de voluntarios, los más no querían ese puesto así que hubo una rotación constante de humanos que se aburrían y decidían irse. Muchos solo querían ir a levantar piedras, como si eso fuera lo único que los haría sentirse héroes, yo les decía que cualquier ayuda era buena. Casi todos hacían muecas, y se iban a la media hora. Vaya forma de ir a ayudar. Solo en lo que quieren para luego decir, yo estuve ahí sacando piedras. Par favaar.

También tuve gente muy dispuesta que no le importaba, había personas que venían de fuera y no les importó quedarse parados toda la noche cuidando una zona. Esos sí son los verdaderos héroes.

El lunes estuve resguardando una calle de la Zona Rosa en donde hay 3 edificios a punto de caerse. Toda la zona de Genova y Hamburgo está desalojada, parece una zona de guerra, con piedras en la calle, totalmente desierta y con grandes agujeros en las paredes y fachadas de los edificios. Hay peligro de fugas de gas y no tenemos autorización de dejar pasar a nadie pero, para variar, la corrupción que aflora entre cada grieta, se presentó ante mis ojos en forma de policías encargados de la zona coludidos con comerciantes que les permitieron el paso. Después de discutir con ellos y decirles que de nada servía el que les ayudáramos decidí dejar mi puesto, previo aviso al encargado y regresarme a mi casa con los pies hinchados por estar 6 horas parada, y con una desilusión del tamaño del edifico que custodiaba.

La ayuda se sigue necesitando, ahora hay que enfocarnos en que los donativos lleguen a los necesitados, que los damnificados puedan tener pronto una casa y que se castigue a todos los que cometieron actos ilícitos con permisos de construcción. Lo más importante que podemos hacer como ciudadanos es castigar en las votaciones a este gobierno ratero que sólo sirve para saquear el dinero y dirigirlo a sus campañas.

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