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Prólogo de un encierro

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 25 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2020


Pilar me sugiere escribir sobre este nuevo fenómeno que estamos viviendo en donde la realidad parece una distopía sacada de un cuento de ciencia ficción, y como soy muy obediente pues aquí me tienen, intentando narrar lo mejor posible estos días desde que salimos de Barcelona.

Llegué a México hace 25 días con mil planes para hacer en dos meses, Pilar aterrizó unos días antes y comenzó a trabajar con algunos pendientes.

Tuvimos la fortuna de ver a familia y a algunos amigos, a los más cercanos, a los más queridos. Las reuniones con amigos nos dejaron la satisfacción de ver que siguen creyendo en AMLO y están felices de los cambios que se empiezan a ver. Estoy segura que muchos dirán ¿Pero qué clase de amigos tienen que no se dan cuenta la porquería de Presidente que tenemos? Los mismos que pensaban lo mismo de Peña Nieto o de Calderón o de Fox o de Salinas o de muchos más.

Estas comidas también nos dejaron muchas risas y un par de crudas.

Acudimos a la marcha de mujeres del 8 de marzo sin temor a nada. Incluso nos fuimos de reventón y además tuvimos varias juntas de condóminos en donde conocimos gente muy interesante con potencial para hacer vida social en común, pero al mismo tiempo nos reencontramos con vecinos con los que confirmamos que nos interesa mantener el distanciamiento social forever.

El COVID-19 ya estaba en las noticias pero seguía siendo algo lejano, podría decir que para mí era como algún novio que tuve, confuso, distante y tóxico.

Entre los planes, además de ver a los seres queridos, teníamos pendientes prácticos que urgía resolver, eran prioritarios en ese momento y formaban parte de una agenda más o menos estudiada en tiempo y forma. Y tal como nos pasó a todos, el virus se llevó todos nuestros planes como una ola se lleva una chancla. Puf, todo desapareció y las prioridades cambiaron.

En la semana del 16 de marzo y a pesar de seguir viendo al COVID-19 como algo lejano, decidimos empezar a tomar medidas precautorias. Sobre todo por ver la gravedad de la ya pandemia especialmente en Italia y España, vivimos muy de cerca el aislamiento de nuestros amigos en Barcelona por imposición del gobierno y en Nueva York por voluntad propia.

En esta semana nos aseguramos que tanto Tina, la señora que nos ayuda en casa, como la gente en la oficina no se movieran más para evitar posibles contagios, sobra decir que siguen cobrando su sueldo como debe ser. Nosotras caminamos a la oficina con el fin de adelantar algunos pendientes, eso si, manteniendo distancias en la calle. Pero insisto, sin dimensionar la importancia que amerita.

Decidimos dejar los eventos sociales a un lado incluyendo el cumple del sobrino a quien festejamos el domingo 22 virtualmente. Fue la primera vez que utilizamos una aplicación para socializar y resultó todo un éxito, nos reímos, brindamos, bebimos y hasta conocimos al nuevo novio de una de las sobrinas, espero que sigan juntos después de la locura de ese día. Ahora esperamos con ansia tener otros hangouts con amigos que echamos de menos tanto aquí en México como en España. Qué alegría vivir en el Siglo XXI con todo y su tecnología a pesar de su pandemia.

Este siglo también nos regaló las redes sociales, considero que son una bendición y al mismo tiempo una pesadilla. Si, nos mantiene a todos comunicados, nos permite felicitar a todos nuestros amigos sin necesidad de sacar el calendario o usar nuestra memoria. Nos deja informarnos y desinformarnos, nos regala memes y bulos, y sobre todo nos quita mucho mucha vida.

Disfruto de casi todas las redes posibles, quizá con el afán de no perderme nada, lo que más pierdo es tiempo. El facebook, el twitter, el Instagram, el tiktok, el Tumblr y sobre todo el whatsapp me mantienen frente a una pantalla casi más que una serie o el tiempo que debería dedicar a escribir. En estas redes que comparto con amigos y conocidos me encuentro con un mosaico de ideologías y opiniones. Coincidimos con la mayoría y si Pilar y yo comparamos muros, el suyo es más homogéneo, en cambio el mío es una contradicción constante. No me molesta, al contrario, me alimenta y me entretiene, y es que me gusta la discusión. Me encanta más bien. Ya les contaré como me fue con algunas discusiones muy entretenidas en los próximos posts que estarán más cargados de la angustia que se va acumulando con el paso del tiempo. No quiero alargar esta entrada tanto como el encierro que nos espera.

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