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Imaginemos. 3 semanas y media.

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 16 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

A mitad de la semana se me ocurre pensar en qué sería de mi vida, de nuestras vidas, en otras circunstancias pero en estos momentos.


Imaginemos que somos la misma persona pero que las decisiones que hemos tomado en nuestras vidas son otras. Hablo de las que le han dado un giro a nuestra existencia, lo importante, el casarnos, el tener hijos, el vivir en otro país, el estudiar o no una carrera, el dejar pasar una oportunidad de trabajo, el perder o hacer amigos. Imaginemos que si en lugar de elegir las decisiones que tomamos en su momento, nos vamos por otro camino. ¿Cómo serían nuestras vidas estando confinados en estos tiempos con nuestras consecuencias?



Esta podría ser yo en un primer escenario:

Me imagino como una madre divorciada, abandonada quizá, sin haber salido nunca de México, excepto por un viaje a San Diego que hice para ver a mi prima hace años, con deudas y un trabajo miserable al que todavía tengo que ir porque mi jefe no me permite faltar. Trabajo en una de esas empresas que se han negado a cerrar sus puertas a pesar de que sus productos no son esenciales. No tengo casa propia, vivo en un espacio pequeño compartiendo habitación con mi hija menor porque el niño ya es jóven y requiere su espacio, vive enojado y no ayuda en nada, solo se mete a su cuarto y no hay quien lo saque de ahí.

Me imagino tomando el transporte público porque hace años vendí mi coche, y a pesar de no tener nada sigo intentando mantener mi actitud de estar por encima de los jodidos, no me quiero reconocer como una más de la clase baja porque yo sí tengo una educación, yo fui a un colegio bueno, o eso creía hasta que conocí gente que sí fueron a buenos colegios en donde les enseñaron valores humanos más que religiosos, pero yo sigo creyendo en Dios a pesar de que nomás no me ayuda, bueno aprieta pero no ahoga como bien dicen. Porque yo se que he tenido suerte, no me ha ido tan mal, sigo aparentando un poco, todavía me quedan esos desplantes que me han ayudado a engañar a muchos. Todavía les hago creer a muchos que mis decisiones han sido muy acertadas, que si perdí lo que me dejaron mis padres para invertir en el peor negocio de mi vida con mi ex marido, solo fue porque así lo quiso Dios y por algo pasan las cosas. Gracias a ese negocio el vividor de mucho cuidado que se dedicó a maltratarme emocionalmente por años, no me hubiera dejado cuando vió que ya no tenía más dinero. Y no me importa que no me pase dinero porque yo así vivo mejor con mis hijos, sin tener que aguantarlo, no me importa no haber ido a Europa como siempre soñé porque ahora tengo que pagar la renta y comprar uniformes. Me mato trabajando porque de alguna manera mis hijos estudian en un colegio privado de muy buen nivel, gracias a unas becas, claro, donde aprenden a vivir por encima de sus posibilidades, viendo lo que no pueden tener a menos que trabajen y estudien mucho. Mi única esperanza es que sepan elegir mejor, que no tengan mis inseguridades y mis complejos, que tengan más criterio. Pero ya van pintando maneras y está claro que hay cosas que se maman, en fin, ahora solo le pido a Dios que no me corran con esto del confinamiento forzoso porque si cierran la empresa me quedo sin trabajo y tengo que empezar de cero y no hay nadie que me ayude.



O esta también podría ser mi vida:

Trabajé un tiempo en un periódico en La Paz y ahora vendo bienes raíces en Los Cabos, me mude acá como la gran aventura porque no me gustan los cambios, incluso tuve un galán del que me enamoré mucho y me invitó a irme con él a Estados Unidos, pero era muy mayor y me dió miedo dejar mi país.

Vivo justita, me trueno un poco los dedos en temporada baja y cuando no me administro bien, pero no pienso dejar mis pequeños lujos como el ver a mis amigas, con ellas voy a los hoteles de lujo a ver si por fin nos ligamos a un turista que nos de la vida cómoda con la que siempre soñamos; si yo por eso no estudié nada, estaba segura que encontraría a un hombre que me mantuviera mientras yo me dedicaba a las cosas del hogar, era una chica guapa y de buen ver, pero no, de pronto me quedo embarazada de un amor fugaz de un fin de semana que nunca más volví a ver. Y yo, viniendo de una familia tan católica ni se me ocurre abortar, además es ilegal en México, o por lo menos lo era cuando me pasó esta desgracia, pero no me arrepiento, mi hija no es una desgracia, ella y yo la pasamos muy bien y espero que le vaya mejor que a mi, que se atreva más y que logre sus sueños y que no sean buscar un hombre que la mantenga. Por lo pronto se me cayeron tres rentas de semana santa, una venta de un bungalow y dos alquileres para el verano. Con esto del #coronavirus ya no salvé el año, tendré que ver si pido prestado a aquel buen amigo que tengo y que siempre se apiada de mí a pesar de que nunca le pago, o de plano buscarme un trabajo de mesera en algún hotel porque nos quedaremos sin comer.


Otro escenario es el vivir al día como lo hace el 50% de la población, con hijos, un nieto, tu marido y tu suegra, en una lugar muy pequeño con un solo baño y tu puesto de comida cerrado por el #covid19. ¿De qué vamos a vivir ahora? ¿Tenemos que salir a robar?


También podría ser que mi vida no cambia mucho excepto por las decisiones tomadas en los dos últimos años, cuando nos vamos a a vivir a Barcelona y alquilamos la casa de México por tiempo indefinido, o peor aún, la vendemos pensando que solo estaremos por temporadas cortas visitando la CDMX. Y justo venimos cuando empieza la pandemia y nos tenemos que quedar por lo menos 3 meses o más, en lugar del mes o mes y medio que habíamos planeado. Estaríamos pagando una renta en un aribnb carísimo y un poco incomodo porque al final no es tu casa, no es donde tienes tus cosas, tu vida. No es lo mismo llegar a una casa que has ido haciendo tuya a través de los años, a llegar a la casa de alguien con sus objetos y sus muebles que, por más que #imaginemos nunca conoceremos su historia. Este sería el mejor escenario de los 4 y con todo no me gusta nada. Tengo mis privilegios y estos se deben, en su mayoría, a las decisiones que he tomado. Por ahí dicen que la victoria es una elección, no creo que aplique en todo pero ¿Será cierto? ¿Cómo van sus consecuencias?



¿Verdad que no vivimos tan mal este encierro? ¿Verdad que siempre puede ser peor? #QuédateEnCasa por los que no pueden hacerlo.



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