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¿Y el queso? Tercera semana

  • Foto del escritor: Laura Iñigo
    Laura Iñigo
  • 12 abr 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 13 abr 2020

Empezamos la semana buscando queso oaxaca, llega la escasez de productos de primera necesidad. Si, en esta casa el queso oaxaca del carrito de productos oaxaqueños es sagrado y se compra cada sábado y cada miércoles para que esté fresquito toda la semana. Entramos en una crisis de esas que sólo te produce el síndrome de abstinencia. ¿Qué? ¿Nunca han sufrido el síndrome de abstinencia? No tiene que ser por heroína, puede ser por una coca cola o una buena señal de internet. ¿Verdad que si?

La búsqueda del queso duró un par de horas, Pilar se dió a la tarea de rastrear un carrito luego de que el nuestro no se presentó el sábado anterior. La segunda opción, un poco más lejos, también nos falló así que, tomando manos en el asunto, la búsqueda se volvió el reto, y debo decir que el pretexto, para buscarlo incluso en Oaxaca mismo. Al final apareció uno en San Ángel y nos dimos un premio cenando quesadillas, sí, de queso, con aguacate y salsa. Desafortunadamente el queso resultó estar un poco viejo y ya no pudimos comerlo así solo como botana, ahora solo en quesadillas. No sabemos cuándo volveremos a comer uno bueno.


Comienzo a sentir que la casa está más densa, como más robusta, no se debe al encierro, es el polvo que se acumula, hay que quitarlo ya, es una buena capa que se ha ido acomodando en apenas unos cuantos días por todo tipo de superficies, esto a causa de tener todas las ventanas abiertas en esta ciudad en la que solo hace aire y no llueve. Este polvo es más invasivo que el mismo #coronavirus. Tina querida ¿Dónde estás? Me doy cuenta que tengo mucha porquería en cuanto me pongo a quitar el polvo, debería empezar a tirar cosas, esto no es una promesa, es solo un pensamiento efímero, aclaro para no crear falsas ilusiones en algunos.


Salgo a correr el miércoles y veo que sí hay varios gozando de sus vacaciones, padres con sus hijos pequeños en bicicleta por el parque. Entiendo que estar encerrado con dos niños que tienen menos de 8 años debe de ser un suplicio, pero no son vacaciones, hay que guardarnos y lo digo yo que salgo a correr. Me pregunto si debería quedarme en casa aunque solo salgo y corro y no toco nada ni me topo con nadie. Ese cuestionamiento se esfuma cuando al terminar de correr cometo el atrevimiento de entrar al súper a comprar un poro para las tostadas de atún que comimos esa tarde. ¿Quién soy yo para meterme en la vida de los demás si soy incapaz de obedecer? A estas alturas no hemos entendido lo que significa #QuédateEnCasa y eso nos traerá consecuencias. Y lo que es peor, el pato lo paga la gente del sector salud que estarán ahí al pie del cañón. Gracias a todos por lo que hacen y lo que harán, gracias por no claudicar sabiendo lo que les viene encima.


Y antes de meternos en temas más serios, les dejo el entretenimiento culinario de la semana, esta vez no hay mucha variedad. En el aburrimiento hice un homenaje al frutero de mi niñez, mi madre siempre nos daba fruta y siempre parecía un arreglo floral, el mío no le llega ni a los talones pero los mangos y los limones siempre lucen, otro lujo de este país que me niega el queso. La tostada de atún sí es algo con lo que siempre quedamos bien en esta casa, con invitados o sin ellos gozamos esta delicia siempre. Y por último un picoteo de domingo para acompañar el vermut que nos llegó como sorpresa por amazon, cortesía de los chicos tan monos de la Cuauhtémoc que tanto queremos. Ojo, el queso que aparece aquí no es el #quesooaxaca que tanta falta nos ha hecho.



Mientras me lo permitan las autoridades saldré a correr, intento hacerlo temprano y no desviarme más. Hay gente que está en la calle a esas horas, algunos esperan subirse al metrobus para ir a trabajar, supongo. Hay muchas señoras de la limpieza que sacan a pasear al perro de su patrón, lo se porque invariablemente van uniformadas. Nunca me ha gustado esta manera de marcar las diferencias a punto de uniformes. Alguien alguna vez me dijo que ellas lo prefieren a usar su ropa, pero yo no creo, no sé, me parece denigrante y muy clasista. Es algo tan común en México. En mi casa nadie nunca uso esos trajes azules o rosas con un mandil blanco encima, por favor, si solo les falta la cofia, un horror. Y no, no entiendo cómo la gente no ha enviado a sus empleados de servicio a casa. El sábado que fuimos al súper, no se pierdan abajo el look de moda que nos cargamos, me encuentro con señoras de unos 60 años, quizá menos, en plena forma, no son señoras minusvalidas o muy mayores que no puedan caminar, con su chofer empujando el carrito de la compra y cuidando su bolso, ellas caminando delante como si flotaran estirando el brazo hacia atrás para que el señor tome el producto y lo acomode en el carrito.Y estoy segura que en su casa hay por lo menos dos señoras, una que le hace la limpieza y otra que le cocina. ¿No debería esta señora conducir su coche al súper y empujar su carrito? ¿No debería enviar a estas personas a sus casas? Salvo algunos casos excepcionales donde la señoras que trabajan en esas casas no quiere irse porque o no le gusta donde vive o no tiene a donde ir, no entiendo a estas personas que los mantienen a su lado como si realmente fueran esenciales para sobrevivir, con tal de no perder sus grandes lujos de desayunar en la cama o no tener que pasar una escoba o lavar un plato.

Todo, todo me parece una incongruencia. ¿Porqué vamos de modernos y mantenemos costumbres arcaicas tratando a la gente que nos ayuda como si fueran diferentes o inferiores? Y esto me recuerda a la señora que insulta a los miembros de la Cruz Roja que están haciendo su trabajo enviando a los turistas de regreso a sus casas cuando quieren entrar a Chapala. En el video se puede ver claramente como les dice literal:

"Ya, como tu no tienes una puta casa aparte de donde duermes crees que todo mundo somos iguales. Que mamada". Yo le respondo a esta #LadyCasas como la nombraron en twitter: Sí señora, todos somos iguales le guste o no. Y si acaso hay diferencia, el señor que la manda a su casa está muy por encima de usted, es amable y nunca le falta al respeto. Aprovecho para recordarle que el #coronavirus no entiende de clases ni de casas, bueno, sí un poco y lo estamos viendo en Nueva York, por ejemplo. Así que diríjase a su casa y deje de estar dando vueltas enseñando su bajo nivel.

Ay mi México tan mágico y tan méndigo a veces.



Hoy por fin hemos desistido del crecimiento del dinosaurio, no se ve diferencia en tamaños, aquí la prueba de una semana y otra.

¿Ven algún cambio? Yo no, quizá se ha reducido un poco en lugar de crecer. Descanse en paz el dinosaurio rosa y escondamos la tomada de pelo en el centro donde nos convencieron que crecería casi medio metro.


Hacen unos días de calor y con un sol maravilloso, es un desperdicio tener que estar encerradas, así que a falta de un jardín o un patio, desempolvamos las sillas playeras y las sacamos al diminuto balcón con el fin de tomar un poco de sol y quitarnos este color azulado que nos hace sentir enfermas. Pensamos seriamente en subir a la azotea y extender nuestros horizontes. Ya veremos si nos atrevemos a tener nuestro Acapulco en la azotea. Es una pena estar encerrados en la época de las #jacarandas y las #bugambilias



El viernes santo es día de guardar y me lo tomo en serio, no salgo. No salgo ni de la cama hasta las 12 del día, sí y ¿Qué? ¿Algún problema? Si fuera un día normal sin encierro obligatorio estaríamos de vacaciones. Pues yo quiero que todo transcurra lo más normal posible así que en la cama horas. Quedarnos en casa es un privilegio, tomar el sol en un mini balcón también, pero tener a la marimba acompañándonos ya es un lujo. Nos falta el queso. Si, frivolidades en los tiempos del #COVID19.


Siento un síndrome de abstinencia más allá del queso, me hacen falta mis amigos y mis sobrinos, las cenas o comidas con el vino y las risas, el baile y el chisme. La expectativa de lo que va a pasar sigue rondando mi cabeza, no quiero pensar en fechas ni en planes de regreso a Barcelona porque se que voy a frustrarme. Más bien estoy conciente que no puedo hacer planes, punto. No sé si querré irme, no sé si mejor me quedo a terminar todo lo que vine a hacer, no sé si irme y volver, no sé si me permitirán irme, no sé si me sentaré a llorar de impotencia o de emoción, los sentimientos se acumulan y prefiero evadirme con estos video tontos que me entretienen.



Lo único que sé es que de aquí no me muevo hasta que volvamos a conseguir el queso, a dos calles, como siempre. Urge regresar a la rutina por muy tediosa que sea.



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